viernes, 2 de marzo de 2012


¿Por qué las mujeres maltratadas permanecen con sus agresores?

Posteado por: Maria Rosa Candel Tárraga en: 10 abril 2010

Se trata de violencia de género

El tipo de violencia de la que hablamos se denomina “violencia de género” y debemos partir de la definición de género para entender el comportamiento de víctimas y agresores. En este caso, nos centraremos en los factores que favorecen la permanencia de la mujer en relaciones de violencia.
El género se puede definir como la construcción cultural que se crea en una sociedad a partir de las diferencias biológicas. Mediante esta construcción se adscriben cultural y socialmente aptitudes, roles sociales y actitudes diferenciadas para hombres y mujeres atribuidas en función de su sexo biológico.
En nuestra sociedad, la forma de ser y de sentirse mujer viene determinada por un estereotipo de “feminidad” tradicional que, entre otros rasgos que la definen, incluye la atribución de una importancia fundamental de todo lo relacionado con lo emocional, con las relaciones interpersonales, con el afecto, con agradar, los cuidados, el apego, y no solo con la creación de estos vínculos sino con la responsabilidad en su mantenimiento.
A partir de estos rasgos, encontramos que las mujeres víctimas de violencia de género pueden mantener sus relaciones por los mandatos de género: por depender emocionalmente de sus parejas (ensalzando el apego y el enamoramiento de novela romántica), por pena cuando ellos sufren algún problema (anteponiendo el cuidado del otro antes que el propio), por vergüenza (relacionada con desagradar al entorno familiar), por pensar que hay que aguantar lo que sea (sobrevaloración de la abnegación), por la culpa y el vacío ante la pérdida, etc.
También relacionado con las diferencias de género está la dependencia económica, puesto que muchas mujeres siguen apartadas del mercado laboral para asumir el rol de cuidadora/madre y, por tanto, no se perciben como autónomas para vivir sin pareja.
Así pues, además de los modelos psicológicos ampliamente aceptados para explicar el comportamiento de las víctimas de malos tratos, es necesario aplicar la perspectiva de género para tener una visión más completa del fenómeno.
(Francisco Plaza, psicólogo experto en violencia de género)

Fuentes culturales y sociales

La mujer no inicia el vínculo con quien cree que se convertirá en su agresor; la violencia progresa silente conforme la relación se va haciendo más compleja. En los inicios, la mujer puede confundir manifestaciones de celos como muestra de un amor apasionado hacia ella.Puede sentir esto incluso como una señal de desamparo de él, que su amor podrá reparar.Será más allá de esta fase cuando aparezca el primer hijo, que se hará evidente que el objetivo del vínculo es distinto para ambos.Por eso la mujer queda en un principio antes sorprendida que asustada cuando acontece la primera agresión(verbal, gestual o física)pues la violencia es incompatible con la idea de un proyecto conjunto de confianza y futuro.Esta distorsión sobre lo que debería ser constructivo y protector (la matriz afectiva) le otorga precisamente su capacidad destructiva y por tanto traumática a esta violencia.
La relación afectiva entre dos personas que se comprometen, alude en nuestro imaginario a una complementariedad afectiva, sustentadora y protectora. Un vínculo que no busca el sufrimiento como fuente de placer, sino dar dar forma a un proyecto basado en un ideal (muchas veces cultural) sobre dicha relación.Solo podremos llegar a comprender el efecto traumático de esa violencia, si no olvidamos las fuentes culturales y sociales de los que se alimentan los mandatos que refuerzan la permanencia de la mujer, pese a la violencia.
(Antonio Escudero Nafs, Principales modelos teóricos de la mente explicativo de una permanencia de las mujeres en una relación con parejas violentas, UNED)
Este artículo pretende explicar grosso modo cuáles son las causas que provocan que las mujeres maltratadas permanezcan privadas de su derecho a vivir una vida libre de violencia.Nos centraremos exclusivamente en la psicología sin atender, de momento, a otras cuestiones también importantes.
“El silencio es siempre cómplice del maltrato, como la pasividad o el no rechazo de este tipo de violencia beneficia siempre al maltratador”
(Raimunda de Peñafort, Titular del Juzgado nº 1 contra la Violencia de Género)
Los modelos psicológicos teóricos que pretenden explicar la permanencia de la mujer en la violencia de género parten de que la situación de violencia es desventajosa para quien la sufre. A medida que la situación se prolonga la expectativa sobre un cambio favorable disminuye y aumenta el riesgo de que dicha situación continúe . La acción más congruente sería abandonar, sin embargo, la mujer prosigue en esta relación violenta.
Esto es lo que más perturba a la sociedad y a quienes trabajan por erradicarla ¿Por qué la mujer rompe con esta lógica? ¿Por qué no abandona en un primer momento esta relación?

La Indefensión Aprendida

La teoría de la indefensión aprendida la formuló Seligman en 1975, la indefensión es el estado psicológico que se produce frecuentemente cuando los acontecimientos son incontrolables…cuando no podemos hacer nada para cambiarlos, cuando hagamos lo que hagamos siempre sucede lo mismo.
Leonore Walker, partiendo de los experimentos de Seligman, inauguró una línea de de investigación hoy todavía vigente y que se puede resumir en que: repetidos malos tratos disminuyen la motivación de la mujer a responder .Ella llega a ser pasiva. Secundariamente, su habilidad cognitiva para percibir éxitos está cambiada. No cree que su respuesta acabará en un resultado favorable.
Los sentimientos de indefensión en mujeres maltratadas podrían debilitar la capacidad de solucionar problemas y la motivación para afrontarlos, favoreciendo de esta forma la permanencia en la mujer en la relación violenta.
L. Walker afirma que parece que una mayor permanencia en una relación violenta puede estar relacionada con haber vivido más experiencias de indefensión en la infancia.
Como conclusión, en la indefensión aprendida concurren tres componentes: pasividad, empobrecimiento de la capacidad para resolver problemas y sentimiento creciente de indefensión, incompetencia, frustración y depresión.

Ciclo de la violencia de género

En la violencia de género se pueden distinguir 3 fases: acumulación de tensión; agresión y fase de “arrepentimiento”.
Esta última fase genera en las maltratadas una ficción de reencuentro llamada luna de miel donde el agresor intenta cumplir con la forma idealizada de pareja que tiene su víctima.
Según Walker la repetición de estos ciclos sirve para atar muy fuertemente a una mujer maltratada con su agresor. Mientras tiene lugar la agresión la mujer sufre una disociación acompañada de un sentimiento de incredulidad, de que eso esté sucediendo realmente; esto iría seguido de un colapso emocional, similar al experimentado por víctimas de secuestros o desastres, este colapso se acompaña de inactividad, depresión, ansiedad, autoinculpación y sentimientos de indefensión.
“Lo que Ana ve” Revólver.

El Vínculo Traumático

Esta teoría fue desarrollada por Dutton y Painter y hace referencia a una relación basada en el desequilibrio de poder que ejerce el maltratador golpeando, abusando o intimidando a su pareja de forma intermitente y creando en ella fuertes apegos emocionales.
El vínculo traumático se hace más poderoso cuando un castigo físico es administrado a intervalos, es decir, periodos de castigo con otros más amigables. La diferencia extrema entre ambas conductas acrecienta aún más el vínculo (Reforzamiento negativo), la conducta de arrepentimiento se asocia al cese de la violencia y la fase de “luna de miel” descrita por Walker queda reforzada. El arrepentimiento se establece como estímulo positivo.
Cuando una mujer abandona una relación abusiva, el miedo comienza a debilitarse por la distancia y esta sensación de alivio por cese de la violencia, que quedó grabada como un esquema mental, comienza a cobrar fuerza. La figura de la pareja que se mostraba arrepentida y amorosa es recordada en la distancia y cuando el estímulo reforzado es más intenso que el miedo, es posible que la mujer decida retornar.
En situaciones de un extremo desequilibrio de poder, la perspectiva del agresor será interiorizada por la persona menos poderosa que se autovalorará progresivamente más necesitada de la otra.
Quien posee mayor poder, el agresor, adquiere una idea sobredimensionada de sí mismo; es por esto por lo la persona poderosa se vuelve dependiente de la sometida; pues a través de este desequilibrio puede sostener la imagen adquirida. La sensación de poder es una especie de máscara de la cual se desprende cuando su víctima intenta abandonarlo. Esta es la explicación de los intentos desesperados del maltratador para atraer a su pareja a través de amenazas o de ficciones de arrepentimiento.
La desvalorización de la mujer junto con los intentos del agresor para mantener su imagen a costa del sometimiento de la mujer explican las dificultades para la ruptura de esa relación.

El Síndrome de Estocolmo Doméstico

El término “Síndrome de Estocolmo” fue acuñado por Nils Bejerot y tuvo su origen en un secuestro ocurrido en 1973, cuando los clientes de un banco fueron utilizados como rehenes .El temor a la intervención de la policía fue superior a las amenazas de los captores y después de la liberación los sentimientos de los rehenes eran confusos, como de afecto, e incluso una de las rehenes estableció una relación sentimental con un captor. El síndrome es una respuesta automática e inconsciente y no una decisión racional.
Andrés Montero ha desarrollado el Síndrome de Estocolmo Doméstico y lo describe como un vínculo interpersonal de protección , construido entre la víctima y su agresor que podría explicar cuestiones tan paradójicas como que sea la propia víctima quien sale en defensa del agresor, como si fuera la sociedad o elementos externo a él quienes lo forzaran a agredir.

! El alcohol y las drogas no fuerzan a agredir¡

El 50% de los agresores no son alcohólicos. Tampoco son enfermos mentales, existe la misma prevalencia de enfermedad mental que en la población en general.
El Síndrome de Estocolmo Doméstico vendría determinado por un patrón de cambios cognitivos, como resultado de una reacción de la víctima ante la situación traumática. El proceso abarcaría cuatro fases: desencadenante, reorientación, afrontamiento y adaptación.
En la fase desencadenante, las primeras palizas romperían el espacio de seguridad previamente construido por la pareja sobre la base de una relación afectiva, espacio donde la mujer había depositado su confianza y expectativas: esta ruptura desencadenaría en la víctima un patrón general de desorientación, una pérdida de referentes, reacciones de estrés con tendencia a la cronificación e, incluso, depresión.
En la fase de reorientación, la mujer busca nuevos referentes de futuro y trata de efectuar un reordenamiento de esquemas cognitivos de acuerdo con el principio de la congruencia actitudinal, todo ello en orden a evitar la disonancia entre su conducta de elección y compromiso con la pareja y la realidad traumática que está viviendo. La mujer se autoinculpa de la situación y entra en un estado de indefensión y resistencia pasiva.
La fase de afrontamiento, es en la que asume el modelo mental de su esposo y busca vías de protección de su integridad psicológica, tratando de manejar la situación traumática.
E n la fase de adaptación, la mujer proyecta parte de la culpa al exterior y el Síndrome de Estocolmo Doméstico se consolida a través de un proceso de identificación y alrededor del modelo mental explicativo del esposo acerca de la situación vivida en el hogar y sobre las relaciones causales que la han originado.
En esta página puedes encontrar Síndrome de Estocolmo Doméstico

La persuasión coercitiva

La persuasión coercitiva ofrece una explicación más completa al imbricar distintas estrategias a lo largo de un tiempo extenso.
La persuasión es un ejercicio deliberado para influir en la conducta de alguien con un fin preestablecido. La coerción es una presión intensa y limitadora de su facultad de elección para dar más probabilidades a la obtención de la persuasión.
Se lleva a la práctica por una serie de estrategias que aseguran el control del maltratador sobre la víctima, modulando (modificando los factores que intervienen en el proceso para obtener distintos resultados) la intensidad, el tiempo y el espacio se produce la despersonalización y de esta forma la víctima es sometida al maltratador.(Álvaro Rodríguez Carballeira).
Diversos estudios han constatado que las experiencias traumáticas propias de rehenes , supervivientes de campos de concentración, sectas, etc. son similares a las de las mujeres maltratadas pero además cuando la violencia es ejercida por un miembro próximo produce un mayor efecto traumático sobre la víctima, y si además le sumamos la duración del maltrato; la fractura de los esquemas de seguridad de la persona se romperán y se producirá el sometimiento y la desidentificación de la víctima.
Las personas sometidas a técnicas de extrema coerción tienen riesgos de sufrir despersonalización y síntomas de entumecimiento emocional. Pueden mostrar una menor flexibilidad cognitiva, cambio de valores, actitudes, creencias y sentido del si mismo; y esto es lo que genera la identidad, por tanto esta pérdida es lo que produce la despersonalización.

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